La hierba buena (Mentha spicata) pertenece al grupo familiar de las labiadas porque su corola está dividida en dos labios o segmentos. Sus órganos reproductivos se ven a simple vista, adquiriendo la forma de la flor. Sus carpelos hacen un ovario que alberga muchos óvulos y cuando hay presencia de embrión, este genera dos hojas. Esta planta medicinal presenta tallos de unos 50 centímetros con hojas elípticas y flores de color rojizo.

La hierba buena es conocida también como menta de jardín por su facilidad para crecer en los jardines de las casas sin importar la calidad del terreno, debido a que sus raíces proliferan al ser largas e invasivas. Sus cuidados son sencillos: solo debes procurar mantenerla en lugares con climas o ambientes templados. Es decir, que tengan algo de protección porque, aunque puede tolerar mucho tiempo bajo el sol, si no se le protege terminará con las hojas y tallos secos.

En las comidas se usa como condimento por su olor y gusto exquisitos propios de la menta, aunque cada vez más es incorporada como remedio beneficioso para la salud, sobre todo en temas digestivos.

Origen de la hierba buena

Esta hierba es originaria de Europa, África y Asia. La Biblia dice que los hebreos la consumían en gran cantidad y que era usada en perfumes carísimos que utilizaban los fariseos.

Los griegos y los romanos llegaron a tal punto que hacían un verdadero abuso de la hierba buena.

Las cocineras romanas a todas las salsas le agregaban este ingrediente y con su infusión,, aromatizaban el vino. Dicen que en Roma, además, se vendía muy cara una sustancia semisólida casera que tenía hierba buena y miel.

Propiedades medicinales de la hierba buena

La hierba buena o menta viridis tiene las mismas propiedades medicinales que otros tipos de menta con una influencia indiscutible en el sistema nervioso y el estómago. Además de evitar los vómitos, previene los espasmos y aumenta la producción de jugos biliares por lo que, en general, facilita la digestión. Tomada como infusión mejora las palpitaciones cardíacas exageradas, los temblores, los vómitos nerviosos. Facilita la expectoración al impedir que se formen esas mucosidades y mejora la halitosis.

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Las hojas se pueden secar y reducir a polvo para mezclarse con los alimentos y tendrá los mismos efectos. La dosis es mínima, debiera bastar la punta de un cuchillo de mesa.

Además, la infusión con leche mitiga los dolores abdominales y ayuda a soltar los gases. El aceite produce el mismo efecto y bastan 2 o 3 gotas para aliviar los cólicos infantiles.

La tintura y el cocimiento son muy efectivos y, con la dosis adecuada, resultan útiles para un síncope, ataque o pasmo.

Para uso externo, calma las contusiones, los tumores, úlceras, sarna, infartos lácteos. Basta con aplicar una compresa en la zona lesionada.

Asimismo, al aplicarla en la frente mitiga los dolores de cabeza y calma los dolores de las muelas picadas.

Aunque aún no existe evidencia científica comprobada, en el campo, la plantan junto a la raíz de los manzanos para cortar la peste llamada pulgón lanígero

Formas de uso o consumo

La hierba buena es tan versátil que se puede usar de múltiples y efectivas maneras:

  • En la cocina aporta sabor, aroma y nutrientes que colaboran en la salud de los comensales.
  • Como remedio natural, su consumo puede ser interno -como infusión, aceite, tintura o cocimiento- o externo aplicando esas mismas preparaciones en compresas o cataplasmas.

Ahora que conoces la gran potencialidad de esta hierba buena y la facilidad con la que puedes cultivarla en tu jardín, procura que no falte en tu mesa o en tu botiquín.

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